Relación realidad/apariencia

La
realidad virtual ha eliminado la frontera existente entre realidad y
apariencia. No se trata en este caso de la imposibilidad de separación entre lo
real y aquello que no lo es, sino la difusión de los límites que los separan.
La amplia variedad de posibilidades que ésta ofrece, ha facilitado el
establecimiento de un estatus de realidad, sustentado fundamentalmente en tres
aspectos:
La
realidad virtual es compartida con otras personas. Se centra, generalmente, en
la interacción interpersonal que, a pesar de no producirse en el mismo
espacio-tiempo, sí es percibida como un acto colectivo.
Tiene
una estrecha relación con el mundo físico dada su interrelación e influencia
mutua. La experiencia en la realidad virtual viene mediada por la experiencia
en el mundo real y ésta es influida por lo que allí es experimentado.
Está
interconectada con la producción artística, ya que se convierte en un espacio
más de creación con motivaciones estéticas.
La
generación de nuevas oportunidades en entornos diversos ha facilitado la
existencia de posibilidades emergentes para la reconstrucción de la propia
identidad. Los entornos virtuales, y más concretamente la realidad virtual, han
generado un espacio de moratoria para la construcción de la identidad
sustentada en la creación de más de un yo. La existencia de estas identidades
múltiples favorece la experimentación, pudiendo adoptar, potenciar o desestimar
aspectos puestos en práctica en estos entornos, en la propia cotidianidad. Se
trataría, pues, de un espacio de interrelación entre los espacios cotidianos y
la realidad virtual, en que las propias experiencias en estos entornos producen
una mutua influencia, generando una ruptura de las fronteras entre ambos.
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